Cartoneros desaparecen de Madrid y no por el coronavirus

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Trate de hacer memoria y piense en la última vez que vio a un cartonero «limpiar» el contenedor de su calle. ¿Cuesta, verdad? Bien pudiera parecer que la obligación de la ciudadanía de recluirse en sus casas ha provocado la desaparición de esta actividad ilegal, pero el asunto viene de antes. De mucho antes. Concretamente, del primer trimestre de 2018, época en que el precio del cartón pasó de los 91,54 euros por tonelada a poco más de la tercera parte. Una drástica bajada que alteró el devenir de un negocio venido a menos desde entonces –hoy se paga a solo 3 euros la tonelada– hasta prácticamente quedar reducido a la nada. Por si fuera poco, una operación policial a principios de año, saldada con la detención e investigación de 42 personas, terminó por dar la puntilla a la última gran banda que operaba en la capital.

Los primeros indicios de la caída en desgracia de este particular sector llegaron con el notorio incremento de papel y cartón recogido por los operarios municipales. «Es difícil determinar con exactitud cuánto cartón se podía llegar a robar, aunque el porcentaje estaba por encima del 30 por ciento», afirma a este periódico el director de Servicios de Limpieza y Residuos del Ayuntamiento de Madrid, Víctor Manuel Sarabia, quien traduce la merma en cientos de miles de euros al año perdidos. Pese a que han sido diversos los sistemas antihurto implementados –cierres metálicos o bocas más reducidas, entre otros–, la sangría solo se detuvo cuando China dejó de comprar cartón reciclado.

A principios de 2018, el gigante asiático puso en marcha una nueva legislación por la que reducía las licencias de importación de cartón y papel recuperado y fijaba un límite de residuos impropios del 0,5 por ciento, lo que en la práctica suponía admitir solo los materiales de mayor calidad. Así, el pico registrado en el tercer trimestre de 2017, con máximos de 120 euros por tonelada, resultó el principio del fin de una lucrativa «profesión» extendida durante décadas. «La diferencia entre los cartoneros y el Ayuntamiento es que nosotros, además de vendérselo a recicladores autorizados, garantizamos el buen uso de estos residuos y evitamos el tráfico internacional», sostiene Sarabia.