Con los colores del equipo de fútbol, de reconocidas marcas deportivas, estampado el logo de la empresa, con mensajes divertidos, con reproducciones de cuadros célebres, a juego con el atuendo… Las mascarillas de tela se han convertido en un nuevo complemento de moda pensado para los que se niegan a ir uniformados o les preocupa el medio ambiente tanto como la economía doméstica.
Según un estudio elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios, el gasto en mascarillas de una familia de 4 miembros que utilizan al menos una cada día por cabeza, el equivalente a 120 unidades al mes, puede alcanzar con facilidad los 115 euros mensuales. De ahí que se hayan popularizado otros modelos alternativos a la ya clásica higiénica desechable de color azul. Si hay que incorporar este elemento obligatoriamente a nuestra vida cotidiana, por qué no distinguirse de los demás empleando una personalizada, reutilizable, sostenible y, a la larga, más barata. El problema es que muchas veces en la elección prima más la estética y el precio que la seguridad.
En las últimas semanas expertos en la materia han comenzado a alertar sobre la dudosa eficacia de algunas mascarillas y comienzan por situar en la diana las que se confeccionan en casa con un simple pedazo de tela y, por supuesto, sin ninguna clase de homologación. Las mascarillas de tela deberían tener una capa interna, la más próxima a la boca, que absorba; otra capa intermedia que actúe como filtro, y finalmente una capa externa de un material que no sea absorbente, sino que repela la humedad. Una vez armada, la normativa obliga a someterlas a ensayos en un laboratorio para verificar la eficacia filtrante bacteriana y la respirabilidad.
“Una mascarilla de tela cualquiera no vale, necesita tener unos controles para certificar qué tipo de partículas pueden pasar a través del material”, señala Rafael Blancas, jefe de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario del Tajo y profesor de la UAX. “Las mascarillas más avanzadas, como las FFP3, tiene un paso de partículas menor de 0,017 micras, es decir, unas partículas muy pequeñas”, explica el doctor sobre este tipo de mascarillas especialmente indicadas para evitar las infecciones de transmisión por aire. “Incluso las mascarillas quirúrgicas habituales tienen un control del paso de partículas; no es tan exigente porque no se requiere, pero están certificadas y saben que pasan unas partículas de un tamaño máximo de 0,3 micras, algo que no consigue una tela convencional. Entonces, no podemos hacer mascarillas con la tela que nos resulte más bonita”, apunta este experto.
Tampoco despiertan mucha confianza las adquiridas en puestos callejeros que antes ofrecían souvenirs y, al abrigo de la pandemia, se han reconvertido en tiendas temáticas. En estos establecimientos, a pesar de figurar letreros en los que se asegura que los productos cuentan con todas las garantías, suele ser imposible verificarlo en la propia mascarilla, dado que no lleva ni una etiqueta acreditativa.