Los estereotipos y falta de referentes nutren la brecha de género en Ciencia. La carrera de las mujeres científicas es de fondo; ya no solo por la dificultad y dedicación que exige la propia profesión. Sino también por los numerosos obstáculos que deben ir sorteando desde las primeras etapas de la vida para mantenerse y ascender en el sector.
De niñas, el primer freno viene dado por la ausencia de representación femenina en los libros de texto. La falta de referentes, unida al estigma que gira en torno a todas las carreras STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas, por sus siglas en inglés); es uno de los gérmenes de la desmotivación que en muchas ocasiones implica abandonar la idea de ese posible futuro.
Aquellas que sí deciden continuar y empezar los estudios contemplan cómo la situación ha mejorado respecto a décadas anteriores. De hecho, incluso son mayoría en algunas clases (no si se trata de un grado de tecnología o matemáticas); pero vuelven a sentir el azote de la discriminación y de los estereotipos cuando quieren ser evaluadas por su currículum; tratar de conciliar con la vida familiar o aspiran a acceder a puestos más altos.
Así lo demuestran los datos de un informe elaborado por el Ministerio de Educación con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Ciencia. En España, solo el 5,2% de las chicas espera trabajar en profesiones del ámbito de la ciencia y la ingeniería, frente al 15,3% de los chicos.
En la universidad, apenas un 25% de quienes eligen grados STEAM (término que procede de las palabras en inglés science, technology, engineering, arts, maths) son mujeres; porcentaje que se reduce a la mitad en carreras como la de informática o la ingeniería.
No obstante, el panorama cambia bruscamente si se observan los datos de las carreras vinculadas con la salud y el bienestar o, lo que es lo mismo, aquellas que guardan relación directa con los cuidados: hay una presencia «abrumadora» de mujeres en grados como Enfermería (81,7%), Biomedicina (75%), Medicina (68,7%), Bioquímica (65,82 %) y Biotecnología (61,70 %).
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Fenómeno complejo
«Se trata de un fenómeno complejo, cuyas causas tienen que ver con una sociedad sustentada en valores ligados a los roles y estereotipos de género; transmitidos a través de un proceso de socialización diferente para los chicos y para las chicas; debido a una distribución de roles distinta para los hombres (asertividad e instrumentalidad) y las mujeres (expresión de emociones y cuidados) en nuestra sociedad»; explica Mila Sáinz, investigadora líder del grupo de Género y TIC del IN3 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
A través de las familias, los colegios, los medios de comunicación, las redes sociales, los videojuegos y, en general, la sociedad; se transmiten y reproducen ciertas «creencias estereotipadas» que nacen de los roles de género existentes, según cuenta la experta.
No ayuda el hecho de que históricamente se hayan pasado por alto los avances logrados por las mujeres. Es lo que ha pasado a denominarse «efecto Matilda»; la invisibilización de los hallazgos científicos de las mujeres que algunas veces se les atribuyó a sus compañeros científicos o incluso a sus parejas.
«Se ha ninguneado de manera sistemática las contribuciones de las mujeres de todos los ámbitos de conocimiento. Ello ha favorecido que se refuerce el estereotipo de que si no están presentes es porque no tienen el talento o la capacidad suficiente para acceder en esos ámbitos; cuando lo que en realidad esconde es una gran discriminación», afirma Sáinz.
Esta problemática, al final, se traslada a las aulas, donde las niñas y niños apenas encuentran mujeres científicas en sus libros de texto. Según el Ministerio de Ciencia, solo aparecen un 7,5% de referentes femeninos durante la etapa educativa obligatoria.
Este es un asunto en el que se está trabajando mucho, no solo por otorgar a las mujeres el reconocimiento que merecen; sino también porque es crucial que las niñas puedan verse reflejadas en científicas destacadas que despierten su vocación. Es, de hecho, un ámbito en el que el Gobierno ha incidido en toda la reforma educativa que está llevando a cabo; y ante los preocupantes datos que muestran que, desde 2016, ha ido disminuyendo el número de mujeres estudiantes e investigadoras.
«La ciencia ha sido diseñada con valores masculinos»
Ahora bien, habiendo superado la falta de referentes, ignorado los estereotipos que atribuyen ciertas carreras a un sexo u otro; y viéndose como minoría en muchos grados, a las mujeres todavía les quedarán barreras por derribar una vez se gradúan en la universidad. Muros que probablemente serán cada vez más gruesos y difíciles de atravesar.
España se acerca mucho a la paridad en cuanto a investigación: ellas alcanzan ya el 41% del personal investigador, por encima de la media europea (34%); según el estudio Científicas en cifras 2021. Sin embargo, a partir de la etapa postdoctoral y a medida que se alcanzan los puestos más altos de la carrera investigadora; la tasa se desploma en picado: tres de cada cuatro personas del personal catedrático son hombres.
«El techo de cristal está muy presente en el ámbito científico porque la ciencia ha sido diseñada con valores masculinos. Los tiempos e hitos de la carrera científica no se adecúan ni coinciden con los tiempos de las mujeres (reloj biológico y social)»; subraya Mila Sáinz. La investigadora lideró un estudio en octubre del año pasado que precisamente trataba de dar respuesta al por qué muchas mujeres eluden este tipo de carreras o las abandonan en proporciones mayores que ellos.
La incertidumbre de lo que pueda pasar si se quedan embarazadas, por ejemplo; o la imposibilidad de compaginar la vida personal con la profesional son algunos de los factores que resultaron ser los que más influyen en esa decisión.
Lo que sucede, tal y como apunta la experta, es que son carreras en las que hay muchas dificultades a la hora de conciliar, por cómo han sido conformadas y quienes han estado predominantemente ejerciéndolas. «Es muy importante incidir en la conciliación, pero más todavía en la corresponsabilidad entre hombres y mujeres; porque a día de hoy todavía las mujeres siguen teniendo un papel más relevante en el cuidado de sus hijos e hijas y de otras personas», asevera.
La tubería que gotea o cómo se pierde el talento en altos cargos
Este fenómeno ha sido acuñado con el nombre «la tubería que gotea»; por el talento femenino que se va perdiendo a medida que se avanza hacia puestos más altos y de mayor responsabilidad. María Llorens-Martín es jefa de grupo en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y reconoce que no fue consciente de ello hasta bien avanzada su carrera.
«Quizás durante toda la primera parte de mi carrera no era algo que me hubiera planteado. A medida que ha avanzado un poco más; no he notado tanto la discriminación como el hecho de que, quizás, por ser mujer tienes que demostrar más las cosas».
Neurocientífica, demostró en un estudio publicado en la revista Science que el cerebro genera nuevas neuronas durante toda la vida. Supo que se quería dedicar a la biología cuando apenas tenía cinco años; y el punto de inflexión llegó cuando experimentó en su círculo cercano lo que supone padecer una enfermedad neurodegenerativa.
«A los 18 años decidí que quería intentar dentro de lo posible contribuir con mi pequeño granito de arena a mejorar una circunstancia tan dura», explica. Ahora, lidera un grupo de investigación en el CSIC, con más de 50 artículos de investigación publicados a su espalda.
Con todo, Llorens sigue representando a esa minoría de mujeres que ocupa altos cargos científicos en España. Una problemática que, según Mila Sáinz, afecta de manera «muy negativa» a la sociedad. «Las decisiones que se toman no tienen en cuenta las necesidades e intereses de las mujeres, que nos sitúan en una minoría cuando en realidad somos un 50% de las personas que habitan el planeta tierra. Es una gran injusticia humana y social», denuncia la líder del grupo de Género y TIC del IN3 de la UOC.
A pesar de todo, es innegable el progreso de las últimas décadas, pero todavía queda por hacer mucho trabajo, especialmente desde la base, que es la educación. «Hemos comprobado en nuestras investigaciones que tenemos que trabajar estos aspectos en todos los itinerarios educativos y no solo en los que tienen predominio masculino», afirma Sáinz.
Según la experta, es igual de importante trabajar en la erradicación de los estereotipos tanto en los bachilleratos de ciencias y tecnología, como en los de ciencias sociales, humanidades y artes. «Curiosamente, hemos visto que los del bachillerato de artes muestran menos actitudes sexistas que los de otros bachilleratos. Además, y contrario a lo esperado, los del bachillerato de ciencias sociales y humanidades son los que mostraban mayores actitudes sexistas que los de ciencia y tecnología», concluye.
Con información de 20 minutos
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