Europa quiere imponer el uso de mascarillas FFP2 y descartar las higiénicas de tela

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Lío en Europa con el uso de las mascarillas. Se quiere imponer el uso de las mascarillas quirúrgicas y FFP2 para descartar las higiénicas de tela, ya que se ha evidenciado que estas últimas apenas protegen del coronavirus, sobre todo ante las nuevas cepas localizadas, más contagiosas.

Sin embargo, aunque hay consenso entre científicos y sanitarios que las mascarillas higiénicas de tela apenas protegen y que no son seguras, también se plantean interrogantes sobre el uso generalizado de las mascarillas FFP2.

Austria ya las ha impuesto como obligatorias y Alemania estudia hacerlo, por lo que pronto llegaría al resto de miembros de la UE. Sin embargo, como decíamos, las FFP2 tienen un problema: si bien protegen al 94% de contagios de coronavirus por exposición, son complicadas de ajustar bien al rostro.

Los expertos plantean que si estas mascarillas no se colocan por lo tanto correctamente, la protección decae considerablemente y al final el efecto sería negativo si la mayoría de la población las llevase. Algo que no ocurre con otras más sencillas de acomplar al rostro, como las quirúrgicas o las higiénicas.

«Las FFP2 dan problemas»

El tema es que las quirúrgicas, por su forma más cuadrada, protege más la zona de nariz y comienzo de la zona bucal, pero las FFP2 tienen una forma más de ‘bozal‘, para entendernos, y tapa la boca y nariz cubriendo una zona más pequeña, y ante un mal ajuste nos deja sin protección al entrar fácilmente el aire contaminado por ambos lados.

El experto virólogo de la Universidad de Hamburgo Jonas Schmidt-Chanasit, citado por varios medios, plantea ese problema: las FFP2 son seguras pero sin formación adecuada a la población general no serán efectivas para parar la pandemia. «Las personas terminarán respirando a través del espacio entre la máscara y la cara en lugar de hacerlo a través del filtro».

Otro problema más: los hombres con barba poblada apenas permiten el cierre ‘hermético’ de estas mascarillas y el aire entra casi libremente a nuestra boca y nariz. «Soy escéptico de hacerlas obligatorios en el transporte público», explica como otro inconveniente más que plantean estas mascarillas.