Los peores vicios de la televisión tradicional llegan a las plataformas de streaming. En algún momento de la década pasada todo pareció muy feliz. En 2015, Netflix llegó a España y cambió de manera masiva el panorama del streaming que aquí plataformas pioneras como Filmin llevaban años trabajando entre la cinefilia. Pero el efecto de la gran N roja fue distinto y mucho más colosal, claro.
Frente al arraigo en nuestro país de la descarga alegal de contenido audiovisual (lo que vulgarmente se llama piratería). La aparente amplitud y facilidad de acceso al catálogo de Netflix dio la vuelta a ese escenario. Tu compañero de trabajo el de los torrents pasó a ser el que te compartía la cuenta para ver Stranger Things.
Pronto, incluso decidiste apuntarte tú, que ya habías visto la comodidad de elegir sin esperas lo que querías ver en cualquier momento con las películas del Prime Video de Amazon (cuando te acordabas de que estabas pagando por eso y le echabas un ojo). Movistar Plus+, antaño hogar de fenómenos estadounidenses como Breaking Bad o Juego de tronos. Le vio las orejas al lobo (o la llegada de HBO a España) y se puso a producir ficción propia que nadie viniera después a reclamarle.
Así es como la era de la peak TV, en su etapa de guerras de streaming, se implantó en España y transformó el mercado audiovisual. Con el empujón de la pandemia, ya no había vuelta atrás. En 2021, el 82% de la población (32,2 millones de personas) tenía contratada una televisión de pago o plataforma OTT (Over the Top se llaman, con humildad).
Un mercado altamente suculento donde, como ha pasado a nivel mundial. La competencia entre plataformas por el mismo trozo de pastel primero supuso un boom de producciones de ficción (¡algunas incluso de calidad!) pero ahora ha entrado en fase de locura siguiendo otro tipo de estrategias. En concreto, unas cuantas muy reconocibles para espectadores de la antigua televisión tradicional que, dijeron, venían a mejorar y sustituir.
Día, hora y sitio
«A la misma bat-hora y en el mismo bat-canal», nos recordaba la serie clásica de Batman que podríamos ver de nuevo a Adam West en pijama repartiendo zambomba entre los villanos de Gotham. La limitación de tener que ponerte frente al televisor justo a la hora de emisión para ver tu programa favorito. Ya se resquebrajó gracias a nuestras amigas las cintas de VHS y la grabación programada, pero el streaming la pulverizó definitivamente… en teoría.
Netflix hizo de los estrenos de temporadas completas de sus series una identidad de marca. Se acabó esperar semana tras semana al episodio que toca. Si quieres ver algo, entras a la plataforma, lo buscas y te lo pones. Así llegaron los atracones de binge watching, los «no-es-una-serie-sino-una-película-de-10-horas» y, glups, la condena a la irrelevancia pasados unos pocos días del estreno.
El éxito para Netflix de esta manera de adular a la glotonería de los espectadores convenció a otras plataformas para seguir su misma ruta. No muy distinta de pasar horas en la cocina elaborando un plato opíparo para luego servirlo en la mesa disparándolo con una catapulta.
Episodios semanas
Hasta que, por ejemplo, Amazon se dio cuenta de que si racionaba semanalmente los episodios de la segunda temporada de The Boys lograba mucho mayor impacto (y conversación en redes. La métrica fantasma en todas las acepciones de la palabra) que sacándolos todos de golpe.
De repente, la regla del estreno de temporada completa se empezaba a erosionar. Solo Netflix la sostiene, y con excepciones que, para colmo, le han salido bien (véase Arcane). Disney+, una de las últimas en llegar al campo de batalla en España (y ya la segunda del ranking con 4 millones de suscriptores). Apostó sin dudarlo por los estrenos semanales de sus series estrella de Marvel y Star Wars. No solo prolongas la actualidad del título, sino que mantienes a la gente renovando suscripción hasta el final de la temporada.
Hablando de suscripciones, una vez que el vector temporal ya ha sido reconquistado queda atacar el espacial. ¿Cómo? Con la limitación a la hora de compartir cuentas que Netflix ya ha ensayando en mercados latinoamericanos y planea extender al resto. Demostrando mucha más elasticidad en este campo para cambiar por completo lo que una vez fue una seña de identidad que incluso publicitaba.
Anuncios
¿Qué hay más característico de la televisión de toda la vida que una buena pausa de publicidad en el momento más inoportuno de tu serie favorita? El streaming nos había hurtado esa entrañable experiencia de suspense y disrupción auditiva los últimos años (bueno, salvo a los suscriptores de Movistar al iniciar la reproducción de cualquier cosa). Pero todo indica que pronto nos permitirá recuperarlo.
Habrá que ver cómo recibe esta vuelta a las interrupciones no deseadas toda una generación de narradores y autores televisivos que se habían acostumbrado a poder estructurar el desarrollo de sus ficciones al ritmo que precisaran las historias, no al marcado por bloques de spots como antaño. No obstante, antes de que cunda el pánico, dejemos claro que los anuncios del streaming no interrumpirán los programas, al menos por ahora.
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Netflix, Disney+ y la futura plataforma de Warner Discovery están ultimando sus estrategias para incorporar anuncios de publicidad al inicio de los contenidos de sus respectivos negociados.
Esta medida, unida a un previsible aumento de precios (las tarifas baratas pasarían a incluir publicidad; si no quieres anuncios, tendrás que pagar más) llega justo a tiempo de calmar los ánimos de Wall Street en un momento en el que la frenada en el crecimiento de Netflix y la purga de contenido en HBO Max amenazan tormenta.
Cancelaciones
Hablando de purgas… Las últimas semanas han sido un auténtico temporal de hachazos que han dejado tiritando el catálogo de HBO Max. Sobre todo en lo que a animación se refiere, el sector más perjudicado por la cancelación y fulminante eliminación de la plataforma de series incluso con temporadas ya hechas pendientes de estreno que ahora a saber si verán la luz. Como la película de Batgirl, cercenada antes de nacer sin que sus directores pudieran salvar los muebles.
Esta inclemente ola de cancelaciones a la que se ha lanzado HBO Max es fruto del propósito de David Zaslav, su nuevo jefazo como CEO de Warner Discovery, de reducir en 3 mil millones de dólares la deuda de la compañía.
El estoque ha sido tan brutal que la industria del entretenimiento aún está terminando de asimilarlo. Pero nos lleva a lo que también ha dejado claro Netflix en los últimos años de gatillo suelto para la cancelación de series en progreso: hemos vuelto a la dictadura de las audiencias.
Altos presupuestos
Parecía que el streaming podía ser el refugio de los nichos de público y la calidad no descompensada por la comercialidad, pero eso ya no es así. Hubo un tiempo en el que Netflix se dedicaba a rescatar títulos desechados por otras cadenas cuando no los encontraban rentables. Amazon firmaba cheques abultados a Nicolas Winding Refn o Barry Jenkins para que hicieran lo que quisieran sin supervisión alguna… Todo aquello ha entrado en pura recesión a la búsqueda de buenas cifras de resultados para presentar a los accionistas.
Ahora incluso una serie como Sandman, que lleva más de 77 millones de horas vistas en su tercera semana (para un total de casi 275 millones de horas). Podría correr serios problemas de renovación debido a su alto presupuesto y la particular interpretación de las métricas que hace Netflix, según insiste constantemente en redes su cocreador Neil Gaiman, autor del cómic original.
En época de vacas flacas, solo importan los éxitos descomunales y sin paliativos. ¿Pesa más el total de horas vistas en el momento del estreno o el número de hogares que han visto la temporada hasta el final? ¿Los que ni se han separado de la pantalla como implora Gaiman? ¿O la percepción de la conversación en redes? La opacidad en los datos de estas compañías siempre jugará a favor de respaldar cualquier decisión que se tome desde los despachos.
Contraprogramación
Un signo inequívoco de lo encendido que está el frente de batalla ha sido la vuelta de técnicas de guerra. Que sí parecían del todo recluidas en el mundo de la televisión convencional y sus zancadillas entre competidores.
Con información de 20 minutos
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