Los precios del alquiler se disparan en Puerta del Ángel. Empieza a caer la tarde, el calor aprieta algo menos después de otro día tórrido de julio y las terrazas de la plaza del mercado de Tirso de Molina, en el barrio madrileño de Puerta del Ángel, se van llenando de gente.
El mercado, diseñado en los años 30 del siglo pasado por Luis Bellido, padre también de las naves del Matadero. Es un buen símbolo de cómo ha cambiado el barrio en los últimos años.
«Este mercado estaba bastante muerto y machacado y ha retomado un poco su actividad en base a que existan bares y zonas de ocio». Explica Andrés Vales, de 59 años, vecino del barrio y presidente de la asociación de vecinos local.
Enseguida aparece la palabra, un neologismo que prácticamente nadie conocía hace unos años y que ahora está en boca de todos. «Esto no es necesariamente lo que indica el proceso de gentrificación, el indicativo principal es el tema del precio del alquiler».
Gentrificación, un préstamo directo del inglés –gentrification-, hace referencia a la sustitución de la población de rentas bajas por otras de rentas más altas en determinados barrios que pasan del estigma a estar de moda en apenas unos años. Este proceso se está dando en prácticamente todas las grandes capitales de Europa y América y Madrid no ha sido una excepción.
Los ejemplos canónicos de gentrificación en la capital han sido Chueca, Malasaña y, en menor medida, Lavapiés. Pero ahora empiezan a darse los primeros indicios de que el proceso podría estar comenzando también en los barrios de la primera periferia sur. La evidencia más clara es el precio disparado de la vivienda en alquiler.
De barrio conflictivo al Brooklyn madrileño
En todos los casos, la gentrificación viene precedida del abandono y estigmatización del barrio. El barrio de Puerta del Ángel quedó arrasado tras la Guerra Civil y allí levantó la dictadura varias colonias de realojo en los años 50. Los llamados poblados de absorción, con edificios precarios donde se alojó a la población más pobre que había llegado en masa a la ciudad en busca de promesas laborales que quedaron en gran medida incumplidas.
En los 80 y 90, la zona no fue una excepción entre los barrios populares de Madrid. Y la heroína hizo estragos con el consiguiente aumento del crimen y la percepción de inseguridad.
«Cuando yo iba al instituto, había algunos compañeros que no eran del barrio y que preferían dar la vuelta y evitar estas calles. Lo cual en esa época ya no se justificaba, pero seguía manteniéndose el mito de zona peligrosa», señala Rubén Llamas, de 27 años. «Los 27 viviendo aquí».
El río Manzanares, escoltado por los carriles de la M-30 desde los años 70, fue durante todo el siglo pasado una barrera entre Madrid y su extrarradio sur. La barrera era psicológica, pero también económica. El salto de renta en la frontera entre distritos del norte -Centro y Arganzuela- y el sur del Manzanares, Latina, Carabanchel y Usera. Es el más abrupto de toda la ciudad junto al de la frontera sureste de la almendra central, entre Retiro y Puente de Vallecas y Moratalaz.
Todo cambió con el soterramiento de la autopista radial y la creación del parque bautizado como Madrid Río. Que abrió las puertas del sur a las clases medias y a la inversión inmobiliaria.
«La gentrificación tiene una primera fase destructiva de desvalorización, de degradación de un barrio en el aspecto material. Que puede incrementarse en los simbólico si además se tiene un componente de estigmatización». Explica Álvaro Ardura, profesor de urbanismo de la Escuela de Arquitectos de Madrid y autor de una tesis doctoral sobre la gentrificación en los barrios al sur del Manzanares.
«Después -continúa Ardura- se da una fase creativa que es como el reverso del proceso en el que se produce una inversión y que tiene también una contraparte simbólica. Que es cuando el barrio se pone de moda y se mercantiliza».
En los últimos años, han ido abriendo bares de cerveza artesana, locales de música en directo o panaderías que ofrecen focaccias y panettones haciendo que la antigua barriada periférica empezase a ser nombrada como el «Brooklyn madrileño». En referencia al barrio neoyorquino que había sido uno de los ejemplos paradigmáticos de gentrificación en los años 70 y 80 del siglo pasado.
Los nuevos vecinos
Adrián Fernández es madrileño de padres y abuelos madrileños, un gato. Se crio en el centro, a pocos metros de la calle Mayor. Donde sus padres vivían de alquiler. Su abuela vivía en Virgen del Puerto, justo al otro lado del Puente de Segovia. Que él cruzó muchas veces de niño sin llegar nunca a internarse en su actual barrio. «No era por miedo, simplemente no había nada que nos llevara a entrar».
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El barrio ha cambiado mucho desde entonces. La sensación de inseguridad ha desaparecido y las mejoras en la zona, muchas de ellas reivindicaciones históricas del movimiento vecinal. Han hecho que Puerta del Ángel se haya vuelto atractivo para muchos jóvenes que han encontrado precios asequibles y un entorno agradable.
Él llegó a Puerta del Ángel hace dos años con su pareja, ambos treintañeros, Huyendo de los precios asfixiantes del centro y compraron una vivienda gracias a que «la familia nos podía echar un cable».
«Realmente era la única zona o, bueno, una de las zonas a las que tenemos acceso y era un barrio que. Dentro de ser más barato que otros, está relativamente céntrico y está bien comunicado, rodeado de zonas verdes. La Casa de Campo…», explica Fernández, que tiene 34 años y trabaja como analista de negocio en una empresa informática.
Con información de 20 minutos
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