La nueva sede del Metro de Madrid: mudanza con un año de retraso

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La nueva sede del Metro de Madrid en proceso. La Plaza de Castilla en Madrid tiene un nuevo vecino en sus inmediaciones: un innovador edificio de dos volúmenes -uno con 12 plantas y otro con siete- que suman 24.000 metros cuadrados de superficie.

Si la pandemia del Covid-19 no hubiera trastocado el calendario inicial; a estas alturas allí estarían trabajando ya los más de 1.000 empleados del Metro que van a ocupar la que será la sede central del suburbano.

La construcción de la estructura ha concluido y sólo quedan por rematar las labores de acondicionamiento del interior; como la dotación del mobiliario y de los equipamientos técnicos y de seguridad.

La previsión corregida es que la mudanza se pueda realizar en 2022, sin fecha aún definida; pero en todo caso un año después de lo que se había planeado.

No es lo único que ha variado desde que se iniciaron las obras de reforma integral de las antiguas cocheras del Metro en Plaza de Castilla en abril de 2019.

En un primer momento, la Comunidad de Madrid indicó que el proyecto tenía un presupuesto de 26 millones de euros -20 para la edificación propiamente dicha y otro seis para las diferentes instalaciones-; mientras que la factura final asciende a 34,8 millones de euros.

Nueva sede del Metro de Madrid

En la Consejería de Transportes precisan que no ha habido sobrecoste, sino que al precio facilitado inicialmente faltaban por sumarle otros conceptos que explican la diferencia de 8,8 millones de euros entre ambas cifras.

Entre las partidas no contabilizadas en la información original facilitada a los medios de comunicación están, por ejemplo; las destinadas a interiorismo y seguridad, de 4,1 y 1,6 millones respectivamente.

El traslado de las oficinas centrales del Metro de Madrid a este nuevo edificio, ubicado en la manzana correspondiente a los números 2 y 4 de la avenida de Asturias; se produce tras la venta de la actual sede social -en la calle Cavanilles- a la Cooperativa Residencial El Andén del Retiro.

El importe de la transacción fue de casi 29 millones de euros, que contribuirán a sufragar el coste de la operación: un parte se pagó en metálico y la otra en especie; consistente en la construcción del inmueble a cargo del comprador, según detallaron en su día en el suburbano.

CONCURSO DESIERTO

El último contratiempo que ha sufrido este proyecto inmobiliario ha sido por el concurso para el suministro e instalación de equipamiento tecnológico, que ha quedado desierto.

En la Consejería de Transportes apuntan que las empresas que se han presentado «incumplían diferentes especificaciones de los pliegos»; como las características técnicas de los monitores requeridos o la falta de certificaciones de compatibilidad de los dispositivos para el uso de aplicaciones tipo Skype.

«Esto no retrasa el traslado a la nueva sede, ya que los equipamientos o suministros no son determinantes para poder llevar a cabo el trabajo de los empleados; por ejemplo, afectará a: que no se puedan hacer reservas automáticas de las salas de reuniones; hacer videoconferencias múltiples; o no se contará con pantallas de uso interno para las zonas de uso común ni el software que permite transmitir mensajes en las mismas», sostiene un portavoz.

El plan B ahora es convocar un nuevo proceso de licitación en el que se modificarán varios términos que «permitan aclarar algunas de las exigencias».

BAJO CONSUMO

Según la Comunidad de Madrid, esta sede corporativa «será un punto de encuentro entre el Metro del futuro y su reciente historia centenaria, ya que, por un lado; dispondrá de las últimas tecnologías.

Y por otro, contará con elementos de las antiguas cocheras de Plaza de Castilla; sobre las que se ha construido el edificio, que recordarán la historia del suburbano y que serán visibles en la zona exterior ajardinada, manteniendo en el conjunto una personalidad propia de la identidad de la compañía».

Además, la nueva sede se ha diseñado como un Edificio de Energía Casi Nula (NZEB), dando cumplimiento a las directivas europeas que desde 2018 requieren este comportamiento energético en los edificios públicos que se construyan. De esta forma, las instalaciones tendrán un bajo consumo, con producción propia de energía mediante paneles fotovoltaicos, pozos de geotermia, sensores de luz natural y cubiertas vegetales.

Con información de El Mundo

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