Rusia dice que no quiere la guerra y amaga con la desescalada retirando tropas pero la OTAN y Ucrania no se fían.
Farol o realidad. Esa es la gran duda en la que se sumen ahora todos los actores implicados en la crisis en torno a Ucrania, que sigue en un punto muy delicado. Cada parte hace sus propios cálculos. Rusia ha decidido retirar parte de las tropas desplegadas en la frontera ucraniana hasta ahora; dando por terminadas algunas maniobras que se han realizado durante los últimos meses.
Los medios afines a Moscú han vendido el movimiento como un inicio, aunque tímido, de la desescalada; pero ni la OTAN ni Ucrania se creen el paso dado por el Kremlin. Pese a ello, Vladimir Putin fue claro: «Rusia no quiere una guerra».
Una muestra de eso puede ser la retirada de tropas. «Los destacamentos de los distritos militares Sur y Oeste que cumplieron sus misiones se preparan este martes para volver a sus bases en trenes y vehículos de traslado de tropas«; explicó a este respecto el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, según recogió la agencia rusa de noticias Sputnik.
Asimismo, Konashenkov sostuvo que las Fuerzas Armadas continuarán con las maniobras militares con los efectivos de casi todos los distritos militares, las flotas de la Armada y las fuerzas de desembarco; incluidas las que se celebran en este momento junto al Ejército de Bielorrusia.
Por lo tanto, el repliegue no es total y en el Kremlin se lo toman con calma. De hecho, el propio Putin aseguró tras su reunión el canciller alemán, Olaf Scholz, que no había «nada que comentar» ante esta decisión.
Opinión de la OTAN y Ucrania
La OTAN y Ucrania, en cambio, no se fían ni un pelo y tratan de no caer en ningún caso en la euforia. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, pone en cuarentena el presunto giro de Rusia. «Otras veces hemos visto que mueven tropas, pero pueden volver en cosa de días, en un breve plazo. Tenemos que ver una retirada significante y duradera de tropas y también del equipamiento pesado«; sostuvo, hablando no solo de las tropas sino de toda la logística militar. De momento, la OTAN no ve que esté habiendo «una retirada».
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Ucrania se mantiene en esa línea. El ministro de Exteriores de Ucrania, Dimitro Kuleba insistió en que el Gobierno «no se cree lo que oye sino lo que ve»; por lo que pide una desescalada «real» para empezar a confiar en los movimientos de Moscú. «Si a esas declaraciones le sigue una retirada real, creeremos que es el inicio de una desescalada real», sentenció Kuleba que; además, lanzó un mensaje de tranquilidad; Kiev no cree que la invasión sea inminente y el día a día en el país sigue dentro de la normalidad o, como mucho, en una calma tensa.
Ucrania, dada la delicada situación, mantiene que el apoyo de sus aliados es «fundamental» para hacer frente a las posiciones del Kremlin. «El inquebrantable apoyo de los socios permite a Ucrania estar en una posición fuerte y preparada ante cualquier escenario», expresó Kuleba, que este martes recibió al ministro de Exteriores italiano, Luigi di Maio.
Lejos de lo que pueda parecer, la posición de Ucrania es la más delicada en toda la crisis, aunque parezca un elemento más en lugar de la pieza central. En este sentido, Putin no solo no cambia sus reclamos sino que además aumenta la exigencia. «Rusia escucha que Ucrania no está lista ahora para unirse a la OTAN, conocemos esta tesis«, comentó, pero no lo ve suficiente.
La entrada de Ucrania en la OTAN, la gran línea roja de Putin
«Dicen que no la aceptarán mañana, pero la aceptarán cuando esté preparada para ello«, reiteró el presidente ruso. Moscú no quiere que Ucrania entre en la OTAN ni ahora ni nunca. El Kremlin, dice, quiere resolver el asunto «por medios pacíficos», pero Putin espera que sus preocupaciones sean «escuchadas y tomadas en serio». Pese a que las líneas rojas se mantienen, el Kremlin está preparado para «seguir discutiendo» sobre las propuestas de Estados Unidos.
La parte más drástica del relato en torno a la crisis la capitanean precisamente Estados Unidos y Reino Unido, que mantienen que una nueva invasión rusa de Ucrania es «inminente». Tanto que podría producirse «en las próximas horas». Washington incide en que el momento es muy complicado, tanto es así que ha retirado a su personal diplomático y ha trasladado su embajada.
Mientras, el primer ministro británico, Boris Johnson, considera que Rusia está lanzando «señales contradictorias» y que no solo no está retirando tropas, sino que su presencia militar en la frontera ucraniana «va en aumento».
Johnson repitió asimismo que Occidente busca un «programa de desescalada» por parte de Rusia pero al mismo tiempo le recordó al Kremlin que los aliados «tienen listo» un «duro» paquete de sanciones contra el país euroasiático si decide invadir a su país vecino. Esas medidas restrictivas serán tomadas en coordinación por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y el propio Reino Unido; en un frente occidental potente frente a la deriva de Putin.
El reconocimiento de Donetsk y Lugansk
En cualquier caso, Rusia no se vale solo del componente militar para hacer presión sobre Ucrania. La Duma, la Cámara Baja del Parlamento ruso, ha pedido a Putin que reconozca las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk; que se encuentran en el este de Ucrania y son el centro de un conflicto entre las fuerzas separatistas prorrusas y el Ejército ucraniano. La decisión última es del presidente.
Los promotores de esta iniciativa consideran que el reconocimiento de las repúblicas contribuirá a «garantizar la seguridad y la protección de sus pueblos frente a las amenazas externas y la política del genocidio» por parte de Kiev; al tiempo que «da inicio al proceso de reconocimiento internacional de ambos Estados».
Mientras, la Unión Europea y algunos de sus Estados miembros siguen queriendo marcar perfil propio. «El apoyo y compromiso de la UE con la independencia; la soberanía y la integridad territorial de Ucrania dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente sigue inquebrantable»; sostuvo el Alto Representante, Josep Borrell, que se refirió a la ‘anexión’ de Donetsk y Lugansk como una «clara vulneración» de los Acuerdos Minsk.
Por su parte, el canciller Scholz aseguró que la retirada de tropas es «una buena señal» e invita a Rusia a seguir por esa senda, pero no quiere incluir el gas en el debate. Putin considera a Alemania como uno de los socios «más importantes de Rusia junto con China», dejando clara la dependencia de Berlín. Esa misma que hace que la posición germana sea delicada.
Tanto Alemania como Francia insisten en negociar con Rusia y no contra Rusia, sin caer en el alarmismo de Estados Unidos. La crisis todavía no parece cerca del final, pero sí puede haberse convertido en una montaña… rusa.
Con información de 20 minutos
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