Sin luz, sin agua y a más de 40 grados: el infierno en Cañada Real

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A 40 grados, sin servicios y algo más en Cañada Real. El 2 de octubre -si nadie lo remedia- hará un año que parte de los sectores 5 y 6 de la Cañada Real de Madrid se quedaron sin luz, un corte bajo investigación judicial que afecta a unas 4.000 personas, 1.800 de ellas, menores.

Pasar el invierno sin suministro eléctrico y en una infravivienda es muy duro, sobre todo si el azote de un temporal deja una nevada histórica.

Pero en esas condiciones, el verano no es mejor y la situación empeora cuando también se carece de agua corriente. 

A 40 grados, sin servicios y algo más en Cañada Real

«Lo estamos pasando muy mal. El invierno es complicado pero el verano es peor. No sabes qué hacer. Sin luz no podemos poner ventiladores ni nada para refrescarnos.

En invierno pasamos mucho frío pero podemos combatirlo mejor. Vamos a por leña, nos abrigamos, nos echamos mantas…», cuenta Salud. Ella vive en la zona del camino sin asfaltar, la parte más vulnerable del mayor asentamiento ilegal de Europa

En la misma parcela residen cinco familias, en total ocho adultos y once menores -de entre tres meses y 16 años-.

Cinco casas con techos de uralita o de chapa que con temperaturas exteriores que han llegado a superar los 40 grados hacen el aire irrespirable: «Pega mucho el sol y es como si estuviéramos en un asadero. Durante los días de la ola de calor nos teníamos que ir al parque para estar más frescos».

El suministro de energía del que disponen se limita a un generador, que apenas sirve para encender las bombillas y en todo caso, la tele. 

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En esas circunstancias, el agua se convierte en un bien de valor incalculable pero también esto les está racionado. Las casas cuentan con unos bidones a la entrada que un camión cisterna del Ayuntamiento se encarga de llenar una vez por semana.

Salud y sus allegados tienen  tres depósitos de unos mil litros cada uno, que no solo son insuficientes para cubrir las necesidades de una veintena de personas, sino que además no son muy aptos para el consumo. 

«Estamos rodeados de montañas de arena, tragando polvo… Detrás de la casa está todo negro porque hay pastos de paja que prenden con nada»

«Tenemos que desinfectar los aljibes con lejía, si no se ponen verdes y salen hasta ranas. Por eso no les damos ese agua para beber a los niños.

Pero se meten en la pequeña piscina de plástico que les hemos puesto y si pegan un trago sin querer se ponen malos«, explica la mujer. La forma de suplir esa falta de agua potable pasa por acudir con garrafas a una fuente de Perales del Río, el colindante barrio de Getafe.

Con información de 20 minutos

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