Conoce la vida en la confinada Shanghái, la ciudad china que vive una realidad más apocalíptica que la de 2020.
El youtuber español This is Lalo vivió en 2020 la pandemia de coronavirus en Shanghái de una manera muy diferente a España, que recuerda como algo que «no fue para tanto». Dos años después, mientras nuestro país está a una semana de retirar las mascarillas en interiores; la ciudad china vive su peor rebrote -y casi el único- desde entonces. «Llevo desde el 1 de abril confinado, no puedo salir a nada, está todo súper restringido«, cuenta.
Lalo vive en Chang Ning, al este del río Huangpu; que divide una ciudad de 26 millones de habitantes que se agolpan en un espacio más pequeño que la Comunidad de Madrid; que tiene una cuarta parte de su población.
«Hay mucha concentración de gente«, dice Lalo, cuya zona fue confinada cuatro días después de la que está a la derecha del río, días decisivos; pues le sirvieron para aprovisionarse de comida. Al oeste, no tuvieron tanta suerte.
Ahora, explica que solo puede salir «a tirar la basura» y a hacerse «tests cada dos por tres». Son estos tests masivos y gratuitos los que determinan quién puede salir a la calle y quién no. «Si en tu edificio hay un positivo, te ponen en aislamiento 14 días; si es en otro edificio, 7 días aislado y 7 de control, si no hay positivos, te dejan salir», explica.
Categorías de confinamiento
Además, esas tres categorías tienen ‘libertades’ diferentes. En el primer caso, no puedes salir de tu apartamento. En el segundo, solo al patio del edificio. Y en el tercero, a la calle, pero solo en frente de tu vivienda.
Los datos, a pesar de todo, no son alarmantes para la gran cantidad de población. En la ciudad hay una incidencia de 100 casos por 100.000 habitantes -que España cuadriplica-.
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Además, el número de positivos diario está en 23.000 casos y, aunque la mayoría son asintomáticos, las medidas son muy duras. «Si das positivo, te llevan a un centro de aislamiento, que es como IFEMA sin medicalizar: solo hay literas y literas. Y hasta que no tengas dos pruebas negativas no puedes salir», relata Lalo.
La política china de ‘cero covid’ ha hecho que el confinamiento general haya sido prolongado de forma indefinida, mientras que estos centros no dan abasto.
Nadie por las calles
En Shanghái existen organizaciones, llamadas ‘comités del barrio’, que controlan que los habitantes cumplen con las medidas. Cada persona tiene un QR que contiene su nombre, su dirección y su número de pasaporte para que, en caso de ser positivo; las autoridades puedan saber dónde vive.
«Esos tests son por zonas, y en la mía todos los accesos a la calle están controlados, hay una persona vigilando. La ciudad se divide en distritos, luego en barrios; y cada uno tiene un comité que se encarga de gestionar quién puede salir y quién no», explica el español.
A pesar de que vive en una zona «tranquila, de casitas de 6 pisos, no de bloques enormes»; hace poco un hombre gritó “¡Tengo hambre!», en un edificio de barrio. Pero, en las zonas más pobladas, es más habitual que los vecinos griten por el balcón.
Cuando los ciudadanos se quejan, reciben el reproche de dron: «Por favor, cumpla con las restricciones de covid. Controla el deseo de libertad de tu alma. No abras la ventana ni cantes«.
También se pueden encontrar perros robotizados que controlan las calles en busca de infractores, que también piden que se cumplan las normas de aislamiento; así como a los encargados de pedir explicaciones y la documentación a quien encuentran por la calle en zonas con confinamientos.
Para facilitar el control la ciudad ha instalado, en tiempo récord, kilómetros de vallas para cercar urbanizaciones enteras.
Desabastecimiento de comida
La falta de comida es uno de los grandes problemas de Shanghái, la ciudad más rica de China, afrontando este rebrote. «Hay gente que no ha tenido comida desde el principio, en todo este tiempo nos han dado dos bolsas de vegetales desde el Gobierno; a través del comité del barrio, pero no es suficiente», se queja.
A los ciudadanos les cuesta encontrar comida -los supermercados están cerrados y solo envían grandes cantidades a domicilio- y; cuando la consiguen, es a precios disparados. Lalo explica que, a través de un amigo que sí puede salir a la calle, en un día ha conseguido cuatro patatas, tres cebollas y tres tomates. «Por eso he pagado 10€«, revela.
«Hay grupos de WeChat -el WhatsApp chino- de gente que se organiza para pedir comida en grupo: huevos, vegetales, pan, café…», relata el español. Este caos está provocando disturbios y asaltos a mercados locales en algunas zonas de la ciudad, donde la situación es más grave.
Esta situación también la conoce de primera mano Iván, un puertorriqueño que lleva viviendo en la ciudad cuatro años, y que también pasó el inicio de la pandemia allí. «Es real que hay gente que está sufriendo de falta de comida y de agua, es algo que hace un mes era inconcebible», explica. «Tengo un amigo que lleva más de un mes confinado, él no tenía comida y estuvo unos días sin comer bien«, relata.
Él, que vive en el mismo distrito que Lalo, supo que lo iban a confinar cuatro días antes, pero los habitantes del otro lado del río no tuvieron tanta suerte. «Yo pude hacer compra presencial«, dice. «Hay ‘cajas de emergencia’, que tienen productos fijos y precios fijos, y te las envían a tu casa», explica; mientras puntualiza que él compró dos de esas cajas, pues así no es necesario hacer una compra conjunta con otros vecinos.
«Sé de casos de gente que se ha quejado bastante», admite Iván. «Hay que gastar mucha energía en ese tema diariamente, buscando comida, agua, lleva mucho tiempo y esfuerzo», confiesa. Sin embargo, la situación ha cambiado con el paso de los días. «Creo que está mejorando, que la producción de comida ha aumentado», dice el puertorriqueño.
Lo de 2020 «no fue para tanto»
La situación caótica, de descontrol y miedo se debe a que la ciudad no está acostumbrada a este nivel de control desde hace dos años; cuando la situación «tampoco fue para tanto, lo duro fue en Wuhan»; dice Lalo, que explica que la diferencia con respecto a 2020 es que «ahora la gente no tiene tanto miedo al virus, ya no hay esa incertidumbre.
Hay gente cansada, pero es que aquí apenas ha habido rebrotes ni confinamientos», explica. «No tiene nada que ver con lo que habéis sufrido en España«, admite.
Iván piensa lo mismo sobre lo que vivió hace dos años. «Podíamos salir a restaurantes, bares, fue muy diferente, aunque la gente sí se quedaba en su casa y había menos en la calle; pero nunca se paró el transporte público, como ahora», relata. Admite que esa situación «no se podía llamar confinamiento oficial«. Ahora, en cambio, los supermercados y el transporte público están cerrados.
Uno de los problemas es que «hay gente que pone en duda la política de ‘cero casos’, que lleva a esto. Ahora hay incidencia de 100 sobre 100.000, que no es para tanto. Ha habido ciudades que por muchísimo menos hacían confinamientos«, asegura Lalo. «Aquí no hay residencias de ancianos, no es ninguna catástrofe humana. Las muertes, a día de hoy, no son el problema. Lo que no quieren es que pase de una incidencia de 100«, concreta.
A nivel personal, Lalo sufre por su trabajo. «Yo tengo una empresa de producción de vídeos, marketing y eventos, y estoy jodido. Aprovecho para hacer otras cosas, entretenerme, y espero que pase pronto«, cuenta; mientras incide en que «lo peor de todo para los extranjeros es que a la hora de volver a España todos los vuelos están muy caros, y el covid nos lo complica bastante».
Iván puede seguir trabajando, pero desde casa. «Soy consultor de educación para estudiantes chinos de secundaria que van a estudiar a EEUU o Inglaterra. Puedo hacer mi trabajo 100% en remoto«, asegura.
Sin embargo, hay espacio para la esperanza. Según el diario local Shanghai Daily, en algunas zonas los residentes, este 12 de abril; «han salido de sus casas por primera vez en más de dos semanas, cuando la ciudad registró una caída de contagios».
Lalo se muestra optimista, y cree en que en menos de un mes podría acabarse esta situación. «Ahora ha habido 23.000 casos en vez de 26.000 del día anterior, se comenta que en mayo podría acabar…», dice con resignada esperanza.
Con información de 20 minutos
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